sábado, 1 de diciembre de 2007

Y Dios como prefacio al tiempo,
el hombre como prólogo a la muerte,
la vida como epíteto para el
silencio y yo por hueso
en mi propio esqueleto de tïempo
(era mi voz
miedo a cualquier guijarro sin aristas,
el temor a cualquier
mancha de vida sobre la camisa).
Si me persigues
te florecerá el hielo
y el agua te hará un surco abierto al tiempo
(los hombres ni siquiera han muerto:
sufrieron la
enfermedad del tiempo: un agujero
de voces en silencio).
Y yo no fui quien puso
dudas al tiempo
ni quien aseguró que con las voces
se acallen los silencios
(quizás la eternidad sea el peor consejo que da el tiempo).

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